El acolchado adquirió nueva popularidad en el siglo XVII. En esta época comenzó a emplearse en prendas de todo tipo, como trajes, jubones, calzones y, más adelante, enaguas. La difusión de esta moda continuó hasta el siglo XVIII en que comenzó su declive, aunque las enaguas acolchadas continuaron aceptadas en las comunidades rurales hasta el siglo XIX.
Las técnicas del acolchado se emplearon también en la confección de colchas, en sedas crudas o bordadas. La popularidad de estas colchas continuó hasta el desarrollo, a principios del siglo XVIII de nuevas técnicas de estampado, por parte de las industrias textiles. A partir de entonces, la fantasía de estos nuevos tejidos hizo que se utilizaran retales y piezas de ellos para confeccionar colchas y colgaduras, con el consiguiente declive de los diseños más delicados que se obtenían con los puntos tradicionales del acolchado.
Pero en el siglo XIX se produjo en Europa la decadencia de este nuevo estilo con el nacimiento de la industria de fabricación de mantas. Desde entonces y hasta hace poco tiempo, el patchwork, el acolchado y la aplicación han gozado de escasa popularidad en Europa, a excepción de una breve racha de entusiasmo por una combinación de las dos primeras técnicas acaecidas a mediados del siglo XIX. Este tipo de labor consistía en coser dos capas de piezas, rellenarlas y acolcharlas. Las piezas así preparadas se unían entre sí para confeccionar colchas.
Sin embargo el acolchado, el patchwork y la aplicación habrían de continuar su desarrollo y alcanzar las más altas cotas de perfección en otra parte del mundo entre 1775 y 1885. Las técnicas llevadas por colonos holandeses e ingleses, florecieron en América hasta el punto de considerarse como las formas más famosas del arte popular.
No resulta difícil comprender el por qué de este éxito, ya que los tiempos fueron muy duros para aquellos pioneros carentes de enseres y estas artesanías domésticas no sólo les servían para paliar sus necesidades, sino también como entretenimiento, puesto que la actividad se desarrollaba en reuniones sociales. Estas obras maestras en un principio se desarrollaban sin diseños previos con escasísimas provisiones de telas de fantasía y casi siempre en regiones salvajes inexploradas y a tiro de flecha de los indios.
Más tarde se crearon diseños llamados edificación del granjero, estrella de Belén, rosa de Sharon, cabañas de troncos y muchísimos más. Estos diseños se llevaban a la práctica en casos especiales: edredones nupciales, labores colectivas para regalar a algún amigo, y colchas denominadas de «libertad» que se ofrecían a los varones con ocasión de su mayoría de edad.
La llegada del siglo XX puso fin a las carencias del pasado, los materiales de todo tipo comenzaron a ser asequibles a todo el mundo, se disponían de máquinas y las necesidades de crear labores hermosas con poco dispendio y de hacer artículos cálidos y protectores con los materiales disponibles desaparecieron. Todos los trabajos manuales cedieron su puesto a los artículos de fabricación industrial.
Esta situación se mantuvo hasta mediados de este siglo en que de nuevo muchas personas han sentido la necesidad de hacer algo con sus propias manos. Esto, junto con el hecho de que los productos manufacturados carecen de originalidad, ha traído como consecuencia el resurgimiento de gran parte de las formas de artesanía del pasado.
En la actualidad, el acolchado, la aplicación y el patchwork tienen cada día mayor demanda.